Salir de una relación en la que no quiero estar pero de la que no me quiero ir


Cuando tenía quince años me enamoré de un chico. Ahora soy consciente de que era una niña y de que, quizás, la idea que tenía del amor entonces no era la que tengo ahora, pero sin duda me he ido dando cuenta de que lo que sentí en esa relación, lo que sentimos él y yo cuando no éramos más que adolescentes... aquello era universal. En los últimos diez años he ido escuchando historias de amigos, conocidos, de gente a la que quizás no volví a ver, con situaciones tan parecidas a aquellas que yo viví que a veces da miedo. Después de tantos años maldiciendo lo mal que acabó ese sueño de antes de cumplir la veintena me he ido dando cuenta últimamente de que esa experiencia dio forma a mi carácter y personalidad también para bien. De aquello aprendí cientos de cosas, la primera de ellas a reconocer las adicciones y a cómo lidiar con una situación que, a pesar de que intoxica, no quieres dejar. 



En el último año y medio (o incluso dos) he ido chocándome de frente con personas que están viviendo en un ciclo del que parece que no hay salida pero del que están desesperados por huir. Relaciones que les han hecho sentir las personas más amadas del mundo, que no les han abandonado en los peores momentos, que han sigo fuente de felicidad, de confort, de paz... hasta que se han visto intoxicadas por motivos que no siempre están claros y cada vez que disfrutas de lo bueno te ves condenado a lo malo, a sentirte mal, a agobiarte, a sentirte culpable, dolido, poco visto, no tan querido como antes. "Le quiero mucho, pero no podemos seguir así", se dice, como una manera de justificar. La sensación de abandono, ya sea por un lado o por el otro, siempre sale. No se quiere dejar al otro "tirado" porque esa persona vale más para nosotros de lo que ese acto significa. Dejar siempre el canal de comunicación abierto porque la conexión que tienes con ese alguien supera al entendimiento humano, y no serías tú si no existiese en tu vida. 

En el año en el que voy a cumplir 29 pienso a veces que ese chico del que me enamoré con quince me hizo un enorme regalo al desaparecer de mi vida de manera radical después de que nuestra relación terminara. Y eso que le he llamado de todo por tomar la decisión por mí. Se acabaron las discusiones, las conversaciones cómodamente incómodas, el rozar todos los límites de la supuesta amistad que tuvimos durante algunos meses después de dejarlo. Habíamos entrado en una rueda, como la de un hámster, en la que empujábamos y empujábamos para llegar hasta arriba sin saber que esa fuerza nos llevaría inevitablemente de nuevo abajo. No teníamos otra salida que desaparecer de la vida del otro, sin tener del todo claro si aquello que vivimos juntos sería siempre lo que fue, con cierto miedo pero a la vez convicción de que no se iría con el tiempo. Fuimos el primer amor, todas las canciones hablaban de nosotros, ¿cómo íbamos a borrar la existencia del otro? Ni el paso de los años ha hecho que el libro que se escribió con nuestro amor desaparezca de la estantería en la que guardo a todos los que han sido importantes para mí. 



Por eso quiero decirte a ti, querido lector, si me lees desde el mismo prisma, que si no quieres dejar ir a esa persona no hay mejor regalo que puedas hacerle. Ya os habéis querido, explorado todos vuestros recovecos, probado todas las opciones, revisitado todas las habitaciones, luchado con todas las armas... es hora de decir adiós. Prometo que hay vida después del amor, y volverás a amar, pero no pretendas que sea el mismo sentimiento porque vuestras circunstancias no se repetirán nunca, seguirán guardadas en ese libro que no admite ser copiado. En el futuro escribirás nuevas páginas y serán preciosas, quizás tampoco quieras abandonarlas nunca, pero no continúes renovando una serie cuya trama se ha desgastado tanto que nadie la ve ya, por mucho que a ti te guste. Admite que los círculos, que son perfectos, son tal porque se cierran y que lo vivido será infinito y para siempre... pero no puede seguir avanzando. Como el adicto a cualquier sustancia te pido que, por favor, lo dejes, recuperes el control de tu vida y te salves.


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