Relaciones tóxicas en la tele y en el cine, ¿cómo nos afectan?
El otro día empecé 'Big Little Lies', la nueva serie de HBO que, a pesar de que no me apetecía nada -las artes escénicas de Nicole Kidman no me dejan con la boca abierta y Shailene Woodley está en mi lista de gente que, por algún motivo, me cae mal- me la recomendaron tanto que no tenía mucha alternativa.
Además, para compensar por Kidman y Woodley está Reese Witherspoon, una pequeña maravilla de la naturaleza que acabo de ver como guest star en 'Friends'. Laura Dern también tira, la trama de un asesinato en una ciudad y los enfrentamientos entre los habitantes siempre engancha -sobre todo contado así-.
Pero no os voy a mentir: lo que finalmente me conquistó y convenció fue el enterarme de que salía Alexander Skarsgård. He tenido un crush inmenso en este señor desde que lo vi por primera vez en 'True Blood' y después de tanto tiempo sin verle de manera semanal en alguna serie... Me moría por volver a verle.
Qué desgracia la mía cuando veo el papel que interpreta... Sin haceros mucho 'spoiler' para que le deis una oportunidad a la serie, os diré que es el marido del personaje de Nicole Kidman y que su relación es, para empezar, tóxica.
No es la primera vez que veo algo así en alguna serie pero, por algún motivo que no es apropiado discutir aquí, esta vez me tocó la fibra sensible a niveles mucho más profundos que en otras ocasiones.
Al final del segundo episodio, concretamente, los creadores de la serie tienen un breve momento para hablar sobre esta relación, a la que rápidamente califican como violencia doméstica, acallando todos los gritos que estaba dando yo por dentro pensando en lo fácil que sería para los más jóvenes y quizás los más inocentes calificar esta relación de "pasional" y ya está.
Yo también hice algún juicio similar cuando tenía 16 años y, ahora a los 23, soy consciente del inmenso error... ojalá lo hubiera sabido mucho antes.
Otras series que han tocado estos temas sin aclararlos, dando por tanto pie a quien considere hacer una interpretación, han sido -entre muchas otras que no me vienen a la cabeza tan fácilmente- 'Gossip Girl' con Blair (Leighton Meester) y Chuck (Ed Westwick) o 'The Vampire Diaries' con casi todas sus parejas pero, principalmente, con Damon (Ian Somerhalder) y Elena (Nina Dobrev), dos series casualmente enfocadas a un público adolescente y que alzan la bandera de tener a los 'ships' más famosos de todos los tiempos.
También en películas, donde me viene rápidamente a la cabeza 'The Spectacular Now' o en canciones, como la increíble The Way I Loved You de Taylor Swift, donde se romantiza una relación violenta y enfermiza.
Y no quiero que nadie interprete toda esta reflexión como un tirar la piedra y esconder la mano, cuando os estoy hablando de productos que yo he consumido y por los que he llorado, reído, cantado a voz en grito y que, en ningún momento, he dejado de lado.
Porque yo, como todos los que hayáis pasado por las mismas experiencias, soy una víctima -aunque me niegue a sentirme como tal- de una sociedad que me ha enseñado a soñar con relaciones amorosas que suponen el mayor de los dolores de cabeza, el estar gritándote -cuando no es algo peor- a altas horas de la mañana y el luego arreglarlo y vivir la historia de amor más bonita del mundo hasta que vuelve a terminarse el sueño y comienza, una vez más, la pesadilla.
Porque aunque ninguna de estas producciones audiovisuales que os he nombrado llegan a la violencia explícita y tradicional, la de te pego y ya está, todas incluyen violencia de otros tipos sin ningún *disclaimer que alerte a los ojos influenciables: esto es violencia doméstica. Y no vivimos en una serie de la que podamos escapar apagando la pantalla. Y nadie dice que esa relación pasional y aparentemente "de película" puede acabar con tu vida, quizás no literalmente, pero quizás sí. Y nadie dice que dedicar nuestra vida a convertir "chicos malos" en "chicos buenos" es un deporte de riesgo que, normalmente, termina feo.
Estamos a 6 de marzo y los titulares lo dicen bien grande. Se puede decir más alto pero no más claro: 21 mujeres asesinadas en lo que va de año.
Pero no os voy a mentir: lo que finalmente me conquistó y convenció fue el enterarme de que salía Alexander Skarsgård. He tenido un crush inmenso en este señor desde que lo vi por primera vez en 'True Blood' y después de tanto tiempo sin verle de manera semanal en alguna serie... Me moría por volver a verle.
Qué desgracia la mía cuando veo el papel que interpreta... Sin haceros mucho 'spoiler' para que le deis una oportunidad a la serie, os diré que es el marido del personaje de Nicole Kidman y que su relación es, para empezar, tóxica.
No es la primera vez que veo algo así en alguna serie pero, por algún motivo que no es apropiado discutir aquí, esta vez me tocó la fibra sensible a niveles mucho más profundos que en otras ocasiones.
Al final del segundo episodio, concretamente, los creadores de la serie tienen un breve momento para hablar sobre esta relación, a la que rápidamente califican como violencia doméstica, acallando todos los gritos que estaba dando yo por dentro pensando en lo fácil que sería para los más jóvenes y quizás los más inocentes calificar esta relación de "pasional" y ya está.
Yo también hice algún juicio similar cuando tenía 16 años y, ahora a los 23, soy consciente del inmenso error... ojalá lo hubiera sabido mucho antes.
Otras series que han tocado estos temas sin aclararlos, dando por tanto pie a quien considere hacer una interpretación, han sido -entre muchas otras que no me vienen a la cabeza tan fácilmente- 'Gossip Girl' con Blair (Leighton Meester) y Chuck (Ed Westwick) o 'The Vampire Diaries' con casi todas sus parejas pero, principalmente, con Damon (Ian Somerhalder) y Elena (Nina Dobrev), dos series casualmente enfocadas a un público adolescente y que alzan la bandera de tener a los 'ships' más famosos de todos los tiempos.
También en películas, donde me viene rápidamente a la cabeza 'The Spectacular Now' o en canciones, como la increíble The Way I Loved You de Taylor Swift, donde se romantiza una relación violenta y enfermiza.
Y no quiero que nadie interprete toda esta reflexión como un tirar la piedra y esconder la mano, cuando os estoy hablando de productos que yo he consumido y por los que he llorado, reído, cantado a voz en grito y que, en ningún momento, he dejado de lado.
Porque yo, como todos los que hayáis pasado por las mismas experiencias, soy una víctima -aunque me niegue a sentirme como tal- de una sociedad que me ha enseñado a soñar con relaciones amorosas que suponen el mayor de los dolores de cabeza, el estar gritándote -cuando no es algo peor- a altas horas de la mañana y el luego arreglarlo y vivir la historia de amor más bonita del mundo hasta que vuelve a terminarse el sueño y comienza, una vez más, la pesadilla.
Porque aunque ninguna de estas producciones audiovisuales que os he nombrado llegan a la violencia explícita y tradicional, la de te pego y ya está, todas incluyen violencia de otros tipos sin ningún *disclaimer que alerte a los ojos influenciables: esto es violencia doméstica. Y no vivimos en una serie de la que podamos escapar apagando la pantalla. Y nadie dice que esa relación pasional y aparentemente "de película" puede acabar con tu vida, quizás no literalmente, pero quizás sí. Y nadie dice que dedicar nuestra vida a convertir "chicos malos" en "chicos buenos" es un deporte de riesgo que, normalmente, termina feo.
Estamos a 6 de marzo y los titulares lo dicen bien grande. Se puede decir más alto pero no más claro: 21 mujeres asesinadas en lo que va de año.