Retos, la manera optimista de llamar a los propósitos de año nuevo
Hasta hace unos pocos años consideraba absurdo eso de ponerse propósitos de nuevo año, sobretodo porque antes que por la realización de los mismos, los conocía por el tremendo FAIL que eran para mucha gente.
Empiezas el primer día del año (o incluso acabas el anterior) con nuevas ilusiones y a los pocos días estas decepcionado porque no has cumplido nada en absoluto. Y bueno, en caso de dietas o liberación de adicciones estamos hablando de ir casi en contra de tus propósitos famosos.
Yo he ido de poco a algo menos poco (o quizás no): mi primer año con propósito real fue hace dos, ¿tres años? Fue un propósito más bien tonto pero necesario que las circunstancias de mi vida me obligaron a tomar. Lo cumplí (a medias, si somos honestos).
El año pasado me puse el más sencillo de los objetivos: terminar un cuaderno. Pero tenía historia detrás.
A través de ese cuaderno quería buscar la inspiración en mí misma y almacenar la inspiración ajena para explotar mi creatividad. Dibujaba, escribía y me desahogaba. Ahí caía todo lo que cupiera.
A través de todo este proceso quería también redescubrirme, conocerme y, así, empezar a apreciarme de una manera más "auténtica".
Esto siempre me lleva a pensar en todas aquellas veces que, cuando yo lo pasaba mal, determinadas personas me decían eso típico de "relájate", "sonríe", "olvídate", "disfruta"... En aquellos tiempos este tipo de fórmulas me hacían de rabiar, "¡cómo que disfruta! ¿No te estoy diciendo que NO puedo?"... El hecho de que te lo diga alguien no constituye ningún tipo de interruptor, "no me descubres una ciencia que no conocía diciéndome que deje de sentirme como me siento para pasar a sentirme genial".
No, nunca fui Barney Stinson de 'How I Met Your Mother', pero la verdad es que cogí una página de su libro cuando me di cuenta de que llevaba mucho tiempo triste y me había cansado.
Hasta aquel momento había confiado en la frase de "el tiempo todo lo cura" y decidí desecharla de mi agenda y empezar a tratar mis problemas como si fueran verdaderamente míos, y no algo sobre lo que no tenía control ni autoridad.
No, no hay ningún interruptor, pero sí hay un camino hacia el resultado esperado.
Todo en la vida, al fin y al cabo, es un camino.
Ese cuaderno que empecé en enero de 2015 fue una prueba física del camino que estaba realizando, aunque yo ya había comenzado la marcha un año antes.
El 30 de diciembre me vi con ciertas prisas para acabar las últimas cinco páginas, pero el cuaderno de 2015 se acabó en 2015. Dejando allí los malos sentimientos y marcándome para siempre en la conciencia lo que había aprendido.
Este año me he comprado un cuaderno nuevo y en la primera página me he dejado llevar y he escrito mis propósitos de este año. Son unos cuantos y, aunque no los diré todos, incluyen leer una serie de libros, ver una serie de pelis, ir a una serie de museos... Y por supuesto acabar el cuaderno.
Creo que afrontarlo a manera de reto -me reto a ver tres pelis clásicas de las que nunca me apetece ver- será la manera en la que consiga plantearme en serio y no como esas tonterías que todos los años deprimen a cientos de personas antes de que acabe enero y les hagan sentir terriblemente desgraciados.
Creo que con estos objetivos, retos, propuestas, proposiciones, propósitos* que me marco, seguiré creciendo, pero a mi ritmo. Soy como una madre conmigo misma, como una profesora: sé que si no me pongo deberes, no me esfuerzo ni me concentro.
¡Hasta el año que viene!